martes, 27 de mayo de 2008

El despertar de Sócrates



Sócrates era un hombre práctico. Nunca le había ocurrido que, estando dormido y soñando, se diera cuenta que estaba soñando. Se sintió ridículo y quiso despertar. Abrió los ojos y se levantó de la cama. Era hora de ir a trabajar.

Se dirigió al edificio donde trabajaba diariamente. Llegó a la puerta de entrada, pero un vigilante le impidió pasar.

- Usted no puede pasar, señor. Usted está dormido y no puede laborar en esas condiciones.

Sócrates giró sobre sí mismo y volvió a sentirse avergonzado. Quiso despertar, pero esta vez le costó un mayor esfuerzo. Le dolía profundamente la cabeza y sentía náuseas.

Al fin abrió los ojos y se incorporó sobre la cama. Ahora sí había despertado. Vio el reloj; llegaría tarde al trabajo. Fue corriendo al edificio donde trabajaba, pero el mismo vigilante de la vez anterior le cerró el paso.

- Usted no puede entrar, señor.

- ¿Acaso estoy dormido?

- No. Está usted despierto, pero aquí sólo trabajan las personas dormidas.

Sócrates recordó en ese instante unos versos:

"Mis sueños son balas traicioneras
animales acechantes y silenciosos
de un tambor que gira y estalla
dando al blanco de un niño cualquiera"

(los había leído en un poemario de Laura Huarcayo)

Luego se fue en silencio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Piscis tenías que ser... jaja! El camino está bien encaminado para caminar por él, ja... Irreales tus cuentos, como espejismos en un espejo... Saludos!

Ivanov dijo...

gracias por tu comentario