De pronto fue lanzado desde lo alto un hermoso bote que cayó al mar. Al bote treparon rápidamente cuatro hombres. "No. No puede ser" me dije. Eran... ¡Acasiete, Farfán, Pizarro y Mendoza! Cada uno tenía una botella de cerveza en una mano y una bella quinceañera en la otra. Sonrieron maliciosamente y se alejaron.
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El barco se iba a pique y el mar ya empezaba a tragarme. Me puse a gritar, a pedir ayuda, pero fue inútil. De manera increíble, todavía quedaba un pasajero sobre el barco; totalmente ajeno a la desgracia, el tipo miraba los pajaritos volar. Lo reconocí de inmediato, era nada menos que... ¡Manuel Burga! En aquel momento el botecito reaparecio, Burga saltó sobre él, y se fue feliz junto a los juergueros. "Nos vamos a Zurich...", pude oir, antes de sumergirme completamente en un mar que era la misma mierda.