Salimos hacia una avenida desolada y nos detuvimos. Ella se estaba riendo y me susurraba palabras al oído. Era extraño oir otra vez su tintineante voz y el sabor tibio de sus labios. No podíamos detenernos, nos habían separado tanto tiempo... yo frotaba mi hocico en su cuerpo, ella gemía babeante, dejándose caer sobre el áspero suelo. Sabíamos que ellos eran implacables, que no andaban lejos, que pronto nos dormirían a perdigones y nos llevarian de vuelta al laboratorio; pero nuestros cuerpos fusionados se entregaban al embriagante placer, al inmenso éxtasis que trepaba desde nuestras entrañas... Era casi con seguridad el último, aquél que no olvidariamos aún en la inexistencia. Nos gritamos palabras sucias, imploramos, reimos y lloramos a carcajadas mirándonos a los ojos, hasta que nos cegaron los disparos de los humanos.
martes, 14 de octubre de 2008
Amor de mutantes
Salimos hacia una avenida desolada y nos detuvimos. Ella se estaba riendo y me susurraba palabras al oído. Era extraño oir otra vez su tintineante voz y el sabor tibio de sus labios. No podíamos detenernos, nos habían separado tanto tiempo... yo frotaba mi hocico en su cuerpo, ella gemía babeante, dejándose caer sobre el áspero suelo. Sabíamos que ellos eran implacables, que no andaban lejos, que pronto nos dormirían a perdigones y nos llevarian de vuelta al laboratorio; pero nuestros cuerpos fusionados se entregaban al embriagante placer, al inmenso éxtasis que trepaba desde nuestras entrañas... Era casi con seguridad el último, aquél que no olvidariamos aún en la inexistencia. Nos gritamos palabras sucias, imploramos, reimos y lloramos a carcajadas mirándonos a los ojos, hasta que nos cegaron los disparos de los humanos.
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