viernes, 13 de marzo de 2009

Volcán en un Tico

Jamás imaginé que Lucía me pidiera hacerlo en el auto, pero fue una idea genial. Ya necesitábamos urgentemente esa dosis extra de adrenalina, lejos de la fría cama de un pobre hotelucho. Nos desnudamos con extrema dificultad en aquel Tico celeste que parecía diseñado para seres de un metro veinte de estatura, y buscamos alguna rendija entre los asientos donde albergar nuestros cuerpos sudorosos y anhelantes. Cruzamos violentamente esa etapa de frenesí que los sexólogos llaman "la meseta", que en nuestro caso parecía soportar el aluvión de lava ardiente de un volcán, siempre con el peligro latente del freno de mano y empañando las lunas con jadeos, sacando los pies por las ventanillas, arañando el desgastado piso de alfombra; y el volcán pujando y soplando y golpeando hasta estallar en un orgasmo poderoso y claustrofóbico. Mientras, crecían los ruidos de cláxones por fuera, indignados conductores que con insultos nos pedían que despejáramos la carretera.

No hay comentarios: