jueves, 5 de marzo de 2009

Fruta podrida

Fuimos por primera vez con Flavia como tímidos enamorados a ese parque solitario que nadie conocía, y tomados de la mano nos sentamos en una banca cortada por las temblorosas sombras de un gran árbol que parecía una higuera, y sentí los labios de flavia juntarse a los míos y me fijé en esa otra pareja que estaba a unos metros, los labios de la chica llenos de la saliva fresca de su acompañante, esos labios saboreando una lúbrica saliva burbujeante que frotaba, caía, llovía, erosionaba, inundaba esa boca, esa lengua, esos labios plenos de placer de Eliane; sí, ese era su nombre, Eliane, que seguía besando con tanta urgencia, y yo que besaba también, y supe muy pronto que los labios de Flavia sabían a fruta podrida.

1 comentario:

NIL dijo...

Sinestesia bucólica y recurrente la de besar labios ajenos a la ajenidad...postal maldita y soterrada.
Excelente!

Abrazo